Desde el primer acorde hasta el último saludo, el público fue testigo de una banda que sigue reinventándose sin perder su esencia.
Bogotá volvió a vibrar el pasado 25 de octubre con el poder de Linkin Park, una banda que marcó a toda una generación y que regresó al país para reafirmar que su historia continúa. Casi un año después de su visita de noviembre de 2024, cuando hicieron una exclusiva gira con Emily Armstrong como nueva vocalista —y con Bogotá y São Paulo como las únicas paradas en Latinoamérica—, el grupo estadounidense volvió al Vive Clarocon un show que fue, más que un concierto, una celebración de resistencia y renovación.
Así fue el concierto de Linkin Park en Bogotá

La jornada estuvo marcada por los aguaceros que cayeron durante la tarde, pero el clima dio un respiro justo a tiempo. Bajo una noche fresca y nublada, miles de fanáticos se congregaron para revivir los himnos que los acompañaron en distintas etapas de su vida. La encargada de abrir el espectáculo fue Poppy, artista estadounidense que ha recorrido con la banda toda la gira, y que encendió el ambiente con su mezcla de metal y pop experimental.
“Los amamos, Bogotá. Gracias por estar aquí de nuevo. Esto es para ustedes”.
A las 8:45 p.m., tras la salida de Poppy, una cuenta regresiva apareció en las pantallas principales. El conteo marcaba diez minutos, pero dos antes del final una sorpresa desconcertó al público: comenzó a sonar Tuyo, de Rodrigo Amarante, tema reconocido por la serie Narcos. Entre risas y miradas curiosas, los asistentes esperaron los últimos segundos, hasta que el reloj llegó a cero y las luces se apagaron.
En medio del rugido del público, Dave Farrell, Brad Delson, Joe Hahn, Emily Armstrong, Colin Brittain y Mike Shinoda aparecieron sobre el escenario. El primer acorde de Somewhere I Belong bastó para encender la euforia colectiva. Le siguieron Points of Authority y Up from the Bottom, que ratificaron la mezcla de contundencia y frescura del nuevo sonido de la banda.
Uno de los momentos más esperados llegó con Crawling, coreada por todo el recinto en un solo eco. Luego vendrían The Emptiness Machine, The Catalyst y Burn It Down, antes de que Mike Shinoda tomara el micrófono:
El gesto fue correspondido con una ovación ensordecedora que dio paso a Where’d You Go, una de las piezas más emotivas de la noche. En Two Faced, Emily Armstrong se arropó con la bandera de Colombia, confirmando el vínculo afectivo que el grupo mantiene con su público latinoamericano.
A mitad del show, Joe Hahn ofreció una demostración de virtuosismo en consola: una secuencia que unió rap, electrónica y rock en perfecta sincronía. Minutos después, Shinoda bajó del escenario para saludar a las primeras filas. Allí abrazó a Carlos, un fanático que lo esperaba con un cartel, le regaló su gorra y se subió a la valla para rapear entre la multitud. Fue un instante de conexión genuina, de esos que convierten un recital en algo más grande que la música.
El tramo final del concierto reunió los clásicos que sellaron la memoria colectiva: What I’ve Done, In the End y Faint, con la que cerraron una presentación impecable. Cerca de las 11 de la noche, los músicos se despidieron lanzando algunos recuerdos al público, entre luces que se apagaban lentamente.

Para muchos —yo incluido— fue el cumplimiento de un sueño sembrado en la infancia, cuando la voz de Chester Bennington y el rapeo de Mike Shinoda definieron una era. Hoy, con Emily Armstrong, la banda no busca reemplazar a nadie, sino iniciar una nueva etapa, fiel al espíritu de su más reciente álbum y de su gira From Zero.
Aquella noche, Linkin Park demostró en Bogotá, que los ciclos pueden cerrarse sin olvidar que su legado sigue tan vivo como las miles de voces que lo corearon.










